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Hopperdietzel, la historia de la cerveza “a la antigua” y autosustentable

Nacido en la localidad de Puyuhuapi, en la Región de Aysén, este emprendimiento de descendientes alemanes destaca por generar su propia electricidad para producción, la cual proyectan para más de 15 mil litros, y donde el vidrio también es clave.

La Región de Aysén, en la Patagonia chilena, es una zona que se destaca por su naturaleza única y sus bellos paisajes. De estos últimos, lo que más resalta son los ventisqueros, verdaderas reservas de agua pura que abastecen a las distintas localidades del sector.

 

Justamente, en una de estas localidades llamada Puyuhuapi una familia de alemanes decidió instalarse en la primera parte del siglo XX para comenzar su sueño, uno que partió con el desarrollo de textiles pero que hoy los tiene con una de las cervezas más conocidas del sector y que se destaca por su pureza en la preparación y la autosustentabilidad en su producción.

De alfombras a botellas

 

“Nosotros somos la tercera generación siguiendo las tradiciones”, dice Helmut Hopperdietzel, fundador y propietario de la cervecería que lleva su apellido. Pero la tradición que menciona partió hace casi un siglo, con la llegada de los primeros habitantes a la zona y la posterior instalación de la fábrica de textiles Puyuhuapi que iniciaron su padre, tío y abuelo en 1945 y que obtiene su nombre de la localidad ubicada en la comuna de Cisnes.

 

“Después de que se asentaron, mi tío se dio cuenta de que las señoras de quienes venían desde Chiloé a ayudarles a trabajar en el campo tenían mucha habilidad con el tema de las lanas. Como ingeniero textil comenzó a diseñar una pequeña fábrica de alfombras y las señoras aprendieron bien el oficio”, cuenta.

El tiempo entregó a la familia Hopperdietzel momentos de bonanza, pero también situaciones complejas que llevaron al término de la creación de alfombras, por temas de costos, 70 años después de su apertura. “Para hacer una a pedido eran semanas o meses de trabajo porque eran todas anudadas a mano”, recuerda con nostalgia.

 

Pero el mundo cambia y así lo hizo Helmut, quien confiesa que el tema de la cerveza lo llevaba en su sangre alemana desde siempre y que fue una iniciativa propia: “Practiqué un año haciendo a pequeña escala con ollitas, hasta que en un momento tomé la opción de pasar a otro nivel y a hacerlo comercialmente”.

 

Autosustentabilidad

 

En un mundo que enfrenta las consecuencias de la crisis climática, toda iniciativa que genere un cambio es bienvenida. Así también lo sabe Helmut, quien aprovechó la presencia de corrientes de agua en sus terrenos para instalarse ahí con una, como dice, “pequeña central hidroeléctrica” con la cual abastece hoy la producción de cerveza. Un verdadero ejemplo de autosustentabilidad que había comenzado tiempo atrás, con un primer proyecto que abastecía una iniciativa acuicultura propia.

“Cuando nos metimos en las cervezas hicimos una especie de segunda central con suficiente potencia para cubrir el 100% de la demanda. No se imagina la satisfacción de estar haciendo esto con luz propia”, dice con orgullo el maestro cervecero, quien indica que la proliferación de este tipo de generación hidroeléctrica “solucionaría mucho el problema energético" en la zona que destaca por su agua pura.

 

Más en detalle, el agua que menciona Helmut Hopperdietzel proviene de los deshielos del Ventisquero Queulat, los cuales caen a una laguna que permite el nacimiento de una hermosa cascada que abastece la producción, pero que además usa como insumo: “Todo el sistema es automático: usamos las caídas de agua de forma natural y devolvemos el agua pura al medioambiente sin contaminar, ya que tenemos la fortuna de que nace y muere en nuestra propiedad, así que nadie interviene. Eso le da un sello especial a nuestro trabajo”.

Presente y futuro

 

Aguas cristalinas, verdes terrenos y naturaleza única. Ese es el paisaje con el que se encuentra Helmut Hopperdietzel cada vez que acude al campo donde está la fábrica de cervezas, a 22 kilómetros de Puyuhuapi entre dicha localidad y La Junta, que hoy se destaca por sus tres variedades, Golden Jahre (Años Dorados), Schwarz Bach (Arroyo Oscuro) y Roter Teppich (Alfombra Roja), bautizadas en honor a las distintas experiencias que la familia ha vivido en estos años.

Además de la producción autosustentable, son los ingredientes y la preparación “a la antigua”, como dice Helmut, las que hacen a estos productos algo único. “Las cervezas nuestras tienen agua pura, cebada -que compramos a un proveedor nacional que tiene sucursal en Temuco-, lúpulo y levadura, sin colorantes o cosas extras. Es un proceso de creación lento, que demora 30 días desde su nacimiento hasta que uno toma de la botella. Las cervezas artesanales demandan harto trabajo, pero sale un producto bueno”.

 

Y ese producto de calidad tiene un coprotagonista en el vidrio, el envase más sustentable del mercado que le entrega una serie de beneficios. “Nuestras cervezas tienen mejor sabor en vidrio, se puede guardar un año y no hay problemas con el contenido. Además, en la parte de higiene es lo mejor que uno puede utilizar”, señala Helmut, quien además agrega que desde lo ecológico el vidrio en general es un gran aliado.

Con una producción actual de seis mil litros mensuales, y una cartera de consumidores que se extiende principalmente entre Chaitén y Cochrane, Helmut se enorgullece al repasar el camino recorrido, ese que le ha permitido ser un verdadero maestro cervecero con varios sueños por cumplir todavía.

 

Y es que afirma que las últimas ampliaciones realizadas en la fábrica permiten hoy mantener la siempre necesaria búsqueda de nuevos clientes e incluso aumentar la producción a más del doble. Por eso, el futuro lo mira con optimismo.

“La idea es comenzar lentamente a salir con el producto hacia la Región de Los Lagos, aprovechando los viajes que hacemos para ir por insumos, pero tenemos la capacidad para ir a buscar nuevos mercados. En este momento estamos consolidados y la idea es seguir así, aumentando la venta y producción, paso a paso”, finaliza.

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